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El libro negro

Lydia Escribano, Agencia de Noticias Solidarias, Fundación Bip Bip, 2004-10-13

Los oscuros negocios de la multinacional Bayer

Ensayos clínicos no éticos, trabas a la comercialización de medicamentos en países pobres, comerciar con herbicidas peligrosos y explotación infantil son algunas de las prácticas que se le imputan

Importación de materias primas de regiones sumidas en conflictos bélicos, financiación de ensayos clínicos no éticos, trabas a la fabricación y comercialización de medicamentos básicos en un país empobrecido, comercialización de herbicidas peligrosos y explotación infantil en los proveedores de materias primas. Estas son algunas de las acciones perniciosas que se citan contra la multinacional alemana Bayer en El libro negro de las marcas. El lado oscuro de las empresas globales, de Klaus Werner y Hans Weiss, una investigación rigurosa y detallada sobre la falta de ética en 50 compañías transnacionales que desenmascara las verdades más turbias que se esconden detrás de las imágenes exitosas de las grandes marcas conocidas en el mundo entero.

El caso de Bayer es el de una de las mayores empresas del sector químico y farmacéutico con un historial de tropelías un tanto escandaloso. En 1925 se unió a otras empresas químicas para formar la IG Farben. Esta multinacional colaboró con los crímenes del nazismo, empleando, por ejemplo, una gran cantidad de trabajadores extranjeros, prisioneros de guerra y personas sometidas a trabajos forzados, y fabricando el gas Zyklon B, que sirvió para aniquilar a judíos en los campos de concentración. Después de la Segunda Guerra Mundial, la IG Farben se fragmentó en tres empresas independientes: Bayer, BASF y Hoechst, ninguna de las cuales fue capaz de indemnizar a las víctimas.

En los años noventa, según relatan en su libro Werner y Weiss, la multinacional alemana, que cuenta con una plantilla cercana a los 118.0000 trabajadores y obtuvo en el año 2002 unos beneficios de 1.060 millones de euros, financió dos grandes ensayos clínicos en los cuales se probó el antihipertensivo llamado nitrendipina. Durante años, miles de pacientes no recibieron ningún medicamento eficaz, sino un placebo. Con ello, Bayer y los médicos involucrados se arriesgaron a que numerosos pacientes sufrieran ataques de apoplejía o infartos de miocardio. En agosto de 2001, la empresa explicó que esos tests habían sido autorizados por comités de estudios independientes.

Ese mismo año, Bayer y otras 38 empresas de la industria farmacéutica demandaron al Gobierno sudafricano por violar el derecho de patentes, cuando lo único que había hecho el Ejecutivo presidido por Nelson Mandela fue aprobar una ley que permitía tratar a los enfermos de sida con medicamentos baratos.

Werner y Weiss documentan además otros casos atribuidos a la multinacional alemana. En mayo de 2003, un bufete de abogados de California (EE.UU.) presentó una demanda conjunta contra Bayer en nombre de enfermos hemofílicos porque la empresa habría vendido en los años ochenta preparados coagulantes infectados con el VIH o hepatitis C.Bayer rechazó esta acusación y explicó que se había atenido a las normas existentes en la época.

Otro de los oscuros episodios narrados es el de la filial de Bayer, H. C. Starck, que durante años adquirió mineral de coltan congoleño, contribuyendo sustancialmente de eso modo, según las Naciones Unidas, al mantenimiento de la guerra en ese país africano que, desde 1998, ha costado más de 3,3 millones de vidas.

Después de la aparición de la primera edición de El libro negro de las marcas, Bayer desmintió todas las imputaciones, pero tras las investigaciones de la ONU tuvo que reconocer las importaciones del Congo.

En un suma y sigue, una comisión de investigación del Congreso peruano determinó en agosto de 2002 que, en octubre de 1999, 50 escolares de un pueblo de los Andes habían resultado envenenados por el pesticida de Bayer llamado Folidol, la mitad de los cuales murieron. Al parecer, las advertencias sobre la toxicidad del producto que aparecían en los envoltorios de plástico originales eran insuficientes.

Explotación infantil en la India
A principios de 2003, el India Committeee of the Netherlands publicó un estudio que acusaba a Bayer, junto a las multinacionales Monsanto, Unilever y Syngenta, de beneficiarse de la explotación de niños en la producción de simiente en la India. Cerca de 84.000 niños trabajan en horrendas condiciones en campos de cultivo de semilla de algodón en el Estado indio de Andhra Pradesh (sureste), al servicio de empresas locales o de filiales de las mencionadas multinacionales.

El cultivo de semillas de algodón en esta zona se lleva a cabo con mano de obra infantil que, por la expectación de calidad y precio y de contratos largos, están atados a las firmas indefinidamente.

Los campos de trabajo, que pueden situarse hasta 100 kilómetros de distancia, están ocupados por más de diez mil niños, casi todos con edades comprendidas entre los 6 y los 14 años, cuyos padres reciben en muchos casos adelantos que después los niños tienen que devolver a base de trabajar durante años en jornadas de hasta 12 horas.

Todos estos pequeños sufren la agresión de los pesticidas venenosos que dañan su salud de manera fatal; además, no van al la escuela ni reciben educación alguna, con lo cual es muy difícil romper el círculo de pobreza.